Preservar lo auténtico es algo necesario para cualquier sociedad. No hay letra pequeña en las mil costumbres y tradiciones que forjan los mimbres con los que nos identificamos en nuestra forma de ser y de vivir. Un chocolate caliente y unas masas de pan caliente son un claro ejemplo de lo que digo. Este jueves de Compadres nos hemos sentado con los mayores de nuestra ciudad en la residencia de San Carlos de Archidona. Y la verdad que es un deleite para los sentidos ver como estos hombres y mujeres que superan los ochenta años de vida, aún nos sorprenden por la forma de conectar y transmitir la memoria y costumbres de siempre.

No habíamos llegado al final de la primera taza de chocolate, cuando Doña Aurora Ramos, a sus noventa y una primaveras a la espalda, recitó con voz templada y dulce unas letras que nos encandilo a todos los presentes, con la memoria de su Málaga natal y de su barrio “El Perchel”.

Habría que ser muy ciego para no ver esta cara de la realidad. Una que no se transmite por las redes sociales, que no conoce eso de las “modernidades tecnológicas”, pero que son pura esencia. Así que nadie se le ocurra decir que es sólo una cuestión de meriendas, sino historia viva, la que aún es capaz de hacer que amigos y familia se sienten a una mesa a debatir las cosas que importan, lejos de pantallas azules y politonos. ¿Poca cosa?, yo les digo que no.